1 de agosto de 2011

Romeo Hélade.

Me siento en la obligación -y no obligado que no es lo mismo- a contaros hoy algo sobre él. Hoy, hace exactamente veinte días que lo conozco. Podría decir tantas cosas, pero las palabras se las lleva el viento, además soy de esos que piensan que algo breve y bueno dos veces bueno. (¿Era así, no?)

Izare pensando en Romeo en la ducha.
Cuerpo delgado y menudo, ojos oscuros grandes, piercings rondan su cara y quien sabe si algún que otro tatuaje. ¡Pelo negro y largo! Oh, sí su pelo... podría tirarme el resto de la página escribiendo sobre él pero... no sería ético. Indiferente, pasota cauto y precavido, sincero de más llegando a ser hiriente. Sonríe de lado de manera encantadora y guarda una manera de ser tan infantil.... es tan infantil que hasta me supera.

Jugamos al veo veo y ganamos por igual, a las ranas suelo hacerlo yo, y al resto de juegos extraños él. Aunque ahora en vez de jugar; él folla -no conmigo- ¡Será capullo! Dicen que los hombres no juegan. No somos hombres, solo tenemos ese cuerpo, somos niños. Aunque los niños no follan... y a mi no me importaría que me diera por culo con un polo de cola y una mordaza. Ahora sí que ya no sé bien que coño somos. De todas maneras es mi madre, amor de madre, amor materno. Me tatuaré ese corazón rojo con esa frase, como el que tienen los hombres que están la cárcel. Sería muy gracioso. Es gracioso cuando se enfrenta a las hienas sarnosas por defenderme y que no me toquen los cojones. El verano se está acabando y como este invierno venga frío... le invitaré tantas veces a dormir a mi casa que tendrá que traerse sus cosas, sí. Me cae bien. Diferente y especial, y de eso hay poco.

Debo irme ya. Hay mucho más que decir, quizás otro día -o quizás no-

P.D: A saber que coño pensarán Aratz, Lúa y Angelo después de ver el baño ¡no soy maricón! -creo-

Hasta otra diario.